Por algún motivo inescrutable la antropología, así en abstracto, me ha llamado la atención desde que era niña. Creo que tiene que ver con una falsa idea de exotismo, aventura, Indiana Jones (no, espera, que eso era arqueología), llegar en canoa a lugares recónditos donde el hombre blanco nunca ha pisado y escribir muchos cuadernos de notas sobre las costumbres de los pueblos autóctonos.
Con el tiempo he ido leyendo y volviéndome más crítica con las implicaciones coloniales o cuanto menos con la posición de superioridad intelectual de la que parten muchas de las premisas básicas de la antropología.
También he de decir que los pocos textos "clásicos" de esta disciplina que he ojeado (no recuerdo haber leído ninguno entero) me han aburrido; cosa que me pasa a menudo cuando se intenta aplicar el método científico de observación y análisis a cualquiera de las ciencias sociales. Algo ya os conté a este respecto sobre la sociología.
Bueno el caso es que hace eones (que sonora palabra) que no escribo una entrada de recomendaciones rápidas.
Esta va a ser la cuarta entrega después de: la tercera, la segunda y la primera; y va a tratar de antropología gamberra, heterodoxa o renegada (o las tres a la vez). Libros que no debéis dejar de leer si queréis reíros y cuestionarios la realidad y sus formas de observarla.
Como diría Krahe: "Cuervo ingenuo no fumar la pipa de la paz con tú".
El antropólogo inocente, Nigel Barley: ¿Por qué? Ante todo porque me pareció un libro muy divertido y porque me reí a carcajadas leyéndolo. Porque es una desmitificación en clave de humor de la figura del antropólogo, del trabajo de campo y del mito del buen salvaje. A pesar de tratarse de un estudio antropológico está escrito con un ritmo de novela y se lee como tal. Relata sus experiencias con el pueblo africano de los dowayos y cómo a raíz de ella se cuestiona muchas de las teorías que ha aprendido en la universidad y en los libros, desmonta tópicos y se mete con todo lo que se le pone por delante, empezando por sí mismo.
El antropólogo inocente, Nigel Barley: ¿Por qué? Ante todo porque me pareció un libro muy divertido y porque me reí a carcajadas leyéndolo. Porque es una desmitificación en clave de humor de la figura del antropólogo, del trabajo de campo y del mito del buen salvaje. A pesar de tratarse de un estudio antropológico está escrito con un ritmo de novela y se lee como tal. Relata sus experiencias con el pueblo africano de los dowayos y cómo a raíz de ella se cuestiona muchas de las teorías que ha aprendido en la universidad y en los libros, desmonta tópicos y se mete con todo lo que se le pone por delante, empezando por sí mismo.
Los Papalagi, Eric Scheurman: ¿Por qué? Porque son los discursos que el jefe samoano Tiuavii da a su gente contándoles las absurdas y locas vidas de los europeos. Este libro también es desternillante y es muy curioso porque se trata de algo así como un tratado de antropología inverso donde los estudiados son los blancos vistos a través de los ojos de otra cultura y cosmovisión a la que muchas veces (tanto en 1920, año de publicación de la obra, como ahora) se ha tildado de primitiva. El jefe samoano se pasea por nuestras ciudades y nuestra cultura y no puede dejar de sorprenderse y aterrarse ante lo que ve: los relojes, los coches, la prisa, el materialismo, "la enfermedad del pensamiento profundo" y muchas otras idiosincrasias del occidental que vemos en su plena absurdez gracias al discurso naíf y genial del jefe samoano.
(Nota: no se sabe si Eric Scheurman fue solo un transcriptor de los discursos o fueron realmente escritos por él, con lo que nos encontraríamos ante un juego de falsa autoría).
Vacas, cerdos, guerras y brujas, Marvín Harris: ¿Por qué? Porque a pesar de ser un libro clásico de antropología y no ser muy heterodoxo es bastante ameno y el campo que estudia muy interesante. El libro se centra en analizar costumbres culinarias de diferentes culturas del mundo, prohibiciones religiosas con respecto a la alimentación y tesis que formula el autor sobre las condiciones materiales que conducen a estas supersticiones. Era un libro que mi padre tenía en su estantería hecha con ladrillos de obra y recuerdo ojearlo algún sábado por la mañana sin enterarme de mucho, pero con curiosidad. Habrá que releerlo.
Hola. No conocía el libro de Scheurman y me atrae que sea también divertido, en la línea de El antropólogo inocente. Le echaré un ojo.
ResponderEliminarUn saludo
Hola, Ana:
EliminarSiento haber tardado tanto en contestarte. Mi explorador me la juega y me pone difícil contestar a los comentarios.
Te recomiendo encarecidamente que leas "Los papalagi"; te ríes sin parar y ves reflejado en un espejo deformante los absurdos de nuestra sociedad. Ya me contarás.
Un abrazo.