domingo, 29 de noviembre de 2015

Yo, precario, Javier López Menacho

La lectura de este libro me remueve, como no podía ser de otra forma, por mi interés (y sufrimiento) del trabajo y la existencia en precario
El precariado como clase social ha venido a sustituir en este siglo a la clase obrera de los siglos XIX y XX, y en los últimos años empieza a generar discursos teóricos y diversas aproximaciones (por ejemplo esta, autobiográfica) que le dan un marco intelectual y sociológico al fenómeno. Un autor de referencia en este tema es el británico Guy Standing, con sus libros El precariado, una nueva clase social y El precariado, una carta de derechos. 

Las cosas que cuenta dan miedito, pero en una época en la que el neoliberalismo está consiguiendo cargárselo todo, los precarios (que, no nos llamemos a engaño, somos legión) necesitamos crear nuestro propio discurso enmarcado en la realidad que nos ha tocado habitar y no apelando a algo que ya no existe.
Este libro afronta el tema desde la perspectiva del relato en primera persona, y escuece.
El autor relata con humor negro, sarcasmo y una amargura que no cae en el victimismo su paso por diferentes trabajos temporales (además de absurdos y sin ningún tipo de valor) y sus vivencias, completadas con pinceladas un análisis sociológico.
En el libro se habla de estos trabajos como el empleo al que están abocados en España la mayoría de jóvenes de menos de 30 años. Lo triste es que no solo pasa en España y que a muchos de los que estamos entre los 30 a los 40 no nos va mucho mejor.
La inestabilidad laboral, el empleo basura y la práctica desaparición de los derechos laborales se ha convertido en la nueva normalidad.
¿Cómo es posible no verlo? Mi opinión es que para una gran parte de la generación anterior a la mía sí resulta fácil, básicamente porque no lo sufren.
Hacerse fuerte, conocer la propia situación y dónde se encuadra tiene que ser algo que vaya más allá de la queja llorona; y eso es lo que hace Javier López Menacho en Yo, precario. Coge sus trabajos de mierda y hace una crónica corrosiva de su día a día, para que el lector se ría y a la vez se le congele la sonrisa en la cara.
El autor describe sus ocupaciones, paradigmáticas de "lo precario", basándose en las crónicas del periodismo gonzo, concepto ideado y puesto en práctica por el escritor norteamericano Hunter S. Thompson.
Algunas de las características del precariado son: sueldos bajos, trabajos en los que se exige una alta cualificación que no se remunera acorde a la formación o experiencia o, por el contrario (como es el caso de los trabajos del autor) trabajos que no requieren ninguna cualificación y que están totalmente por debajo de la formación y expectativas de los trabajadores; falta de identificación con el trabajo, los compañeros o la tarea a desempeñar; ausencia de derechos; ausencia de convenios laborales, etc.
Como dice Manuel Rivas sobre el libro en el prólogo:
"La desesperanza se eleva con la risa, el fracaso camina con lo cómico irreductible, y el protagonista, el trabajador despojado y humillado hasta el borde de la inexistencia afronta la injusticia con la épica más sutil. El precario es un héroe de la ironía".
A través de este relato el precario se hace fuerte y adquiere una voz, que denuncia sin adoctrinar, la voz de la primera persona del precariado.
Javier López Menacho, al borde de la treintena y casi sin dinero para pagar el alquiler es incapaz de encontrar un trabajo mínimante estable ni relacionado con sus estudios (a pesar de tener una carrera universitaria, un máster y esa ristra de cursos de especialización que son sobre todo un negocio para los que los imparten). Así que, desesperado, manda un currículo para hacer de mascota chocolatina gigante para una marca de alimentación... y le cogen. El trabajo es denigrante, absurdo, pesado (por el traje que tienen que llevar) y mal pagado. Así que para soportarlo, cuando llega a casa se dedica a escribir las crónicas de su día. Y este es el germen de Yo precario. Y junto a Javier nos sentiremos mascota corporativa, controlador de máquinas de tabaco, encuestador para una marca de telefonía y animador futbolístico.
Como no recordar mis trabajos de: repartidora de periódicos y publicidad, encuestadora de calle, montadora de routers, limpiadora de hoteles, váteres y salas de fiesta, camarera de bodas y eventos, monitora de tiempo libre... y lo más desasosegante es que aunque por un tiempo parezco haberme librado de este tipo de trabajos, los que hago (cualificados) todavía no me han permitido salir de la precariedad.











domingo, 15 de noviembre de 2015

Para niños: ¿Dónde está Wally?, Martin Handford

Todos los que fuimos niños en los años 80 nos acordamos de Wally. Esta serie de libros-juego creados por Martin Handford, y cuya primera entrega es del año 1987, causaron una auténtica fiebre por encontrar a su protagonista, que tenía un increíble don para el arte del escondite.
Los mejores son los hippies.

Recuerdo pasarme horas y horas con mi primo A. buscando al excursionista despistado en multitud de escenarios (y también recuerdo los piques por ver quién lo conseguía primero).
Este verano, y justamente en casa de mis tíos, mi hija M. descubrió los libros de Wally y, aunque todavía es un poco pequeña, la fiebre de buscar a Wally se apoderó de ella irremediablemente.
Un tesoro rescatado del olvido

Me dio una gran alegría volver a encontrarme con esos libros después de tantos años y volver a sentirme como en los momentos que los devorábamos cuando pasaba los fines de semana con mi primo. Lo que no recordaba es que ¡era tan difícil encontrarle! En el primer tomo una lo va consiguiendo. pero el segundo y el tercero se complican muchísimo (miles de figuras abigarradas que no dejan un hueco libre. Todo un horror vacui). 

M. se tiraba todos los días en el suelo o en la cama a mirarlos, y mientras buscaba a Wally se le olvidaban los 40 grados de julio que nos asfixiaban y no nos dejaban salir a la calle hasta unas horas más tarde.
Tampoco me acordaba de que los dibujos eran tan graciosos. En las escenas pasan muchísimas cosas y hay un montón de chistes visuales bastante conseguidos.
En todos ellos, además de a Wally, hay que buscar una lista de cosas, personajes y situaciones que están especificados en la última página.

Wally viaja por todo el mundo y épocas de la Historia (dependiendo del libro), y siempre va vestido igual: jersey rojo y blanco de rayas horizontales, gafas, pantalones vaqueros y un gorro de lana.
Otros personajes que también aparecen repetidamente son su novia Wenda (que va vestida igual que él), su perro Woof o el mago Barbablanca.
Martin Handford se hizo de oro con esta serie que se tradujo a muchos idiomas (aunque el texto era lo de menos), y su protagonista paso a llamarse Walter, Uberto o Waldo según el país.

A ver quién es el valiente que se atreve a buscar a Wally en el fondo del mar.
Los libros de Wally inauguraron la subserie infantil de "libros de busca y encuentra" de los que ahora hay de todos los estilos y pelajes.
Redescubriéndolos con M. me he dado cuenta de que además de ser muy divertidos están bien para entrenar la agudeza visual y que los niños cojan gusto a fijarse en los detalles. Seguro que el año que viene le siguen encantando.
La playa también tiene escenas tronchantes.



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sábado, 7 de noviembre de 2015

Análisis del cuento "Estate violenta" de Cristina Peri Rossi

La uruguaya Cristina Peri Rossi ha sido una de mis escritoras de referencia. He leído gran parte de su obra y su universo me maravilló y atrapo tanto que empecé mi tesina en la universidad sobre su obra, aunque por falta de disciplina nunca llegué a terminarla.

Hoy me gustaría compartir con vosotros el análisis de uno de los cuentos del volumen La rebelión de los niños. Un cuento inquietante y sugerente que no deja indiferente a quien lo lee.

Estate violenta 
comienza ya con un título intrigante que no tiene una relación directa con el argumento del relato. 
Se trata de un guiño intertextual; el nombre de una melodía que aparece en la película Verano violento y que se nombra nada más comenzar el relato en una frase reveladora. «(...) la música de Verano violento era un mensaje secreto e íntimo, una clave que alguien le proporcionaba».

Es un cuento más poético que narrativo, que por momentos funciona casi como un poema en prosa y que perdura en la memoria una vez leído por su capacidad de evocación y su sensitividad.

Julio y Ana van al zoológico y un tigre mira a Ana, lasciva e insistentemente, como si la deseara. La visión del tigre, y sobre todo su mirada, perturban a Ana hasta la obsesión, con Julio como espectador. La tensión sexual que establece con el animal irá in crescendo en la imaginación de Ana, interponiéndose en su relación de pareja con Julio, hasta que una noche, después de un sueño erótico en el que se materializan sus fantasías con el tigre, algo se transforma en Ana y la realidad cede paso a lo onírico, a lo irreal

Este es el argumento de Estate violenta, que forma parte del volumen de cuentos La rebelión de los niños, publicado en 1984. El leiv motiv del libro son los niños, que funcionan como sujetos subversivos que simbolizan lo nuevo, la revolución, lo que se opone al mundo rancio, anquilosado y cerrado de los adultos. Aquí ese papel lo juega el tigre.

Julio, Ana y un tigre son los tres únicos personajes del cuento y, bajo mi punto de vista, forman un triángulo amoroso “disfuncional”.

Con estos elementos Cristina Peri Rossi da rienda suelta a un relato sobre el deseo y la pasión, temas que más adelante se convertirán en uno de los ejes vertebradores de su obra, sobre todo en la poesía y en las novelas Solitario de amor (1988), La última noche de Dostoievski (1992) El amor es una droga dura (1999). Para mí, sin lugar a dudas, se le puede calificar de cuento erótico. Según avanza el relato uno se da cuenta de que el protagonista es el tigre, o la relación que se establece entre el animal y Ana, aunque casi todo el tiempo la historia es analizada bajo el prisma racional y culturizador de Julio. Una relación “erótica” entre animal y humana (como si se tratara de una reinterpretación moderna de la leyenda de la bella y la bestia, o las alusiones directas que se hacen en el cuento a los mitos griegos de unión sexual entre una mortal y un animal, como Parsifae y el toro, y Leda y el cisne). 

Los temas mitológicos son un leiv motiv de muchos de sus cuentos y novelas.
Las obras de C. P. R. son muy simbólicas, y en este cuento el simbolismo se centra en los personajes: Julio representaría lo racional, lo adulto; Ana representaría lo femenino, lo sensual; y el tigre representaría lo instintivo, lo irracional, lo salvaje. El tigre es un elemento perturbador de la realidad y se puede interpretar como un símbolo de “lo otro” (lo desconocido, lo misterioso, lo mítico), tema recurrente de trascendencias filosóficas en la literatura latinoamericana. «De pronto la cara de un tigre se convertía en un mapa fascinante, lleno de revelaciones que atravesaban sin dificultad el tiempo y el espacio». Entre Julio y el tigre se establece una “lucha”, en el sentido figurado, para ver quién es el más “macho”, y gana el tigre. Lo irracional, lo fantástico se erige sobre lo lógico y lo racional. 
Se puede interpretar el tigre como símbolo de muchas otras cosas: un voyeur que transforma lo que mira, su objeto de deseo, en este caso el personaje de Ana; también es una puerta a lo desconocido "como si las brillantes rayas de la cara del animal la hubieran colocado delante de una revelación cuyo misterio aún la deslumbraba", un amante... 
El tigre es el elemento poético que según avanza el relato pasa de turbar y asustar a Ana a poseerla, este cambio tiene dos momentos álgidos: el primero es el obsesivo interés de Ana por todo lo relacionado con los tigres y que desemboca en un suerte de mimetización entre el el animal y ella, que intenta andar, ver y sentir como lo haría un tigre; y el segundo es el sueño que tiene Ana con el tigre, que es el clímax del cuento y su punto álgido erótico. En él se describe de forma poética y muy sensual como Ana  lame al tigre hasta encontrar su carne. 
La Ana incompleta, soñadora, melancólica se empodera, se siente completa, percibe la realidad desde otro punto de vista.
Paralelamente a la historia central se dan pinceladas que nos hablan de la relación de Ana y Julio “Ana se alejaba o se acercaba a él según tensiones o impulsos que había que aceptar sin someter a ningún análisis, como se aceptan las lluvias, las tormentas, los eclipses y los días de sol”.

En cuanto al aspecto formal es un cuento menos experimental que otros suyos en los que juega con la ambigüedad de la voz del narrador, la polifonía o el fragmentarismo. En este, en cambio, nos encontramos con un narrador omnisciente en tercera persona que no varía, y no hay saltos temporales o espaciales. La experimentación está más en la forma de tratar el lenguaje, de acariciar las palabras para transmitir lo sensual y lo sexual, y convertir la prosa en poesía por su poder de evocación y sus imágenes. 
Hay una gran riqueza metafórica y hermosas enumeraciones poéticas. “desolador rugido, lamento de saxo y de sexo, grito desgarrador, mugido, vagido, ulular de sirena, queja de quena, como un salteador de caminos, como un animal en ciudad extraña, como un niño extraviado en la noche, bandido herido, mujer abandonada, barco que aúlla en medio de la niebla, hace señales, grito de viudo”. Este es un ejemplo de su uso del lenguaje en el que se da una concentración de comparaciones, enumeraciones y metáforas que evitan las combinaciones convencionales e introducen un matiz de sentido inusual. También es una muestra del gran lirismo en el uso de las imágenes.

La idea del cuento partió de una historia real que Julio Cortázar le contó a la autora en 1977, y sobre la que le sugirió que debería escribir un relato, como cuenta la propia Peri Rossi a Gustavo San Román en una entrevista que le hizo en 1986. Es curioso ya que los animales también aparecen en varios cuentos de Cortázar en situaciones inverosímiles que desafían la lógica y el sentido racional, como si habitaran un mundo mítico-mágico fuera del tiempo y del espacio racional concreto e irrumpieran en la realidad para transformarla y subvertirla. 
Exactamente lo que ocurre con el tigre de Estate violenta, y que tiene su apogeo en el último párrafo del cuento cuando se insinúa que el tigre ha aparecido en mitad de la noche no se sabe cómo en casa de Ana. “Y de pronto, de la espesa oscuridad de los muebles, de las paredes en penumbra, de la felpa del sofá que parece un bosque, en la oscuridad de las cosas y de la sala, escucha un rugido hondo y penetrante. Un grito desgarrador e implorante. 
El rugido ansioso, dolorido, anhelante, de un tigre en acecho". Así termina el cuento, un final abierto que insinúa más que dice claramente y que el lector puede y debe interpretar según su propio criterio ¿Ana sigue soñando? ¿El tigre está realmente en su casa? 
Si queréis saberlo... leed el cuento.

(Este análisis lo escribí para una revista, pero por diversas razones al final no fue publicado, por eso he decido compartirlo por aquí y que vea un poco de mundo).














domingo, 1 de noviembre de 2015

El verano sin hombres, Siri Hustvedt

Con 18 años leí El palacio en la luna de Paul Auster, y en ese momento de mi vida me marcó, casi como si fuera un libro iniciático, por lo que seguí leyendo todos las novelas de el escritor neoyorquino que iban cayendo en mis manos. Entre ellas, las mejores para mí son La trilogía de Nueva York y la autobiografía A salto de mata, crónica de un fracaso precoz. Sin embargo llegó un momento en el que algunos de sus libros empezaron a parecerme repetitivos, ahondando cada vez más en su exitosa fórmula pero sin arriesgar mucho, y ya no me impresionaban tanto (aunque sigue siendo un escritor de referencia por lo que ha significado para mí).
Hace un par de años, y por casualidad, me enteré de que su mujer, Siri Hustvedt, (la autora de esta novela) también era escritora; y, como pasa constantemente bajo un canon cultural básicamente masculino, caí en la trampa de pensar que ella debía ser una "escritora menor" a la sombra del maestro. Pensamiento machista inconsciente que hasta a las feministas nos traiciona, ya que aún no la había leído.
Las editoriales también han caído en este error ya que Siri Hustvedt ha sido traducida mucho más tarde que su marido. En español está editada por Anagrama (la misma casa que ha publicado todos los libros de Paul Auster). Y lectores ignorantes como yo por fin tenemos la oportunidad de conocerla y desdecirnos de nuestros juicios ignorantes.
Siri Hustvedt es una gran escritora que, en otro registro diferente al de Paul Auster, para nada se merece estar a su sombra.
El verano sin hombres me ha gustado sobre todo por la forma de escribir de la autora, y aunque me parece que tiene más potencial de lo que luego consigue llevar a la práctica, varias personas que han leído otras novelas suyas me han asegurado que esta es una de sus obras menores, así que tengo muchas ganas de leerla más y poder adentrarme en su universo.
Es un universo femenino en el sentido de que los personajes protagonistas son mujeres, y por otra parte también está muy presente el mundo académico, "la intelectualidad". Y esa mezcla me pone, ¡claro que sí! Porque soy mujer y porque echo mucho de menos mujeres inteligentes en las novelas que leo, y reflexiones sobre la cultura, el arte, la literatura o el pensamiento también desde nuestro punto de vista.
El verano sin hombres narra en primera persona la historia de una mujer de mediana edad, Mía, a lo largo de un verano que pasa separada de su marido (con el que lleva casada 30 años), que ha tenido una aventura con otra mujer. A raíz de este hecho la protagonista sufre una crisis mental de la que espera recuperarse encontrándose consigo misma y reflexionando sobre su vida hasta ese momento en un pequeño pueblo y cerca de su madre anciana (sí, en cierto sentido también es una novela familiar).
La novela, partiendo de esta base, juega con varias tramas. Por ejemplo hay, bajo mi punto de vista, una recreación irónica de la novela femenina para revisitarla y romper con sus tópicos. También hace una amplia reflexión metaliteraria, ya que Mía es profesora de literatura y durante ese verano dará clases de escritura creativa a un grupo de chicas adolescentes (con su consiguiente trama sobre acoso escolar). Por otra parte, algo que me ha gustado mucho son las reflexiones sobre psicoanálisis que la escritora intercala en la trama con la excusa de la crisis que ha sufrido Mía, y que están entrelazadas en la obra con gran destreza.
El libro tiene fragmentos brillantes. A todas de las mujeres que intentamos crear y que sentimos que tenemos que luchar por ese "espacio" nos resonaran partes del libro como esta:
"Cruzó mi mente la incómoda certeza de haber carecido casi siempre de un espacio para mí y lo mío, de haberme visto limitada a garabatear algo durante un momento robado. al principio de mi matrimonio trabajaba en la mesa de la cocina y corría a atender a Daisy cuando se despertaba de la siesta. Mis clases y la poesía de mis alumnos (poemas desprovistos de urgencia, cubiertos de lacitos y ornamentos literarios) habían consumido incontables horas de mi tiempo. Lo que sucedía era que había sido incapaz de forjarme un espacio propio, o más bien, que no lo había hecho como debía. Algunas personas se apropian simplemente del espacio que necesitan, expulsando a codazos a los intrusos hasta tomar posesión de él. Boris era capaz de lograrlo sin mover un músculo. Lo único que debía hacer era plantarse allí silencioso como un ratón. Sin embargo yo era un ratón silencioso que alborotaba y arañaba las paredes, pero no me servía para nada. Ahí radica la magia de la autoridad, del dinero, de los penes. (pág. 17. resalte mío).

Y según se avanza en la lectura se vuelve más claro para mí que la historia de desamor de Mía es una excusa (la que menos me interesa) para hablar del patriarcado, de la mujer y su complicada relación con el acto creativo por el papel que se nos ha asignado en la sociedad, de fantasmas, empoderamiento y la importancia del linaje familiares y la madurez vital.
Bueno, pues parece que Siri Hustvedt ha llegado a mi vida para quedarse.

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