Con 18 años leí El palacio en la luna de Paul Auster, y en ese momento de mi vida me marcó, casi como si fuera un libro iniciático, por lo que seguí leyendo todos las novelas de el escritor neoyorquino que iban cayendo en mis manos. Entre ellas, las mejores para mí son La trilogía de Nueva York y la autobiografía A salto de mata, crónica de un fracaso precoz. Sin embargo llegó un momento en el que algunos de sus libros empezaron a parecerme repetitivos, ahondando cada vez más en su exitosa fórmula pero sin arriesgar mucho, y ya no me impresionaban tanto (aunque sigue siendo un escritor de referencia por lo que ha significado para mí).
Hace un par de años, y por casualidad, me enteré de que su mujer, Siri Hustvedt, (la autora de esta novela) también era escritora; y, como pasa constantemente bajo un canon cultural básicamente masculino, caí en la trampa de pensar que ella debía ser una "escritora menor" a la sombra del maestro. Pensamiento machista inconsciente que hasta a las feministas nos traiciona, ya que aún no la había leído.
Las editoriales también han caído en este error ya que Siri Hustvedt ha sido traducida mucho más tarde que su marido. En español está editada por Anagrama (la misma casa que ha publicado todos los libros de Paul Auster). Y lectores ignorantes como yo por fin tenemos la oportunidad de conocerla y desdecirnos de nuestros juicios ignorantes.
Siri Hustvedt es una gran escritora que, en otro registro diferente al de Paul Auster, para nada se merece estar a su sombra.
El verano sin hombres me ha gustado sobre todo por la forma de escribir de la autora, y aunque me parece que tiene más potencial de lo que luego consigue llevar a la práctica, varias personas que han leído otras novelas suyas me han asegurado que esta es una de sus obras menores, así que tengo muchas ganas de leerla más y poder adentrarme en su universo.
Es un universo femenino en el sentido de que los personajes protagonistas son mujeres, y por otra parte también está muy presente el mundo académico, "la intelectualidad". Y esa mezcla me pone, ¡claro que sí! Porque soy mujer y porque echo mucho de menos mujeres inteligentes en las novelas que leo, y reflexiones sobre la cultura, el arte, la literatura o el pensamiento también desde nuestro punto de vista.
El verano sin hombres narra en primera persona la historia de una mujer de mediana edad, Mía, a lo largo de un verano que pasa separada de su marido (con el que lleva casada 30 años), que ha tenido una aventura con otra mujer. A raíz de este hecho la protagonista sufre una crisis mental de la que espera recuperarse encontrándose consigo misma y reflexionando sobre su vida hasta ese momento en un pequeño pueblo y cerca de su madre anciana (sí, en cierto sentido también es una novela familiar).
La novela, partiendo de esta base, juega con varias tramas. Por ejemplo hay, bajo mi punto de vista, una recreación irónica de la novela femenina para revisitarla y romper con sus tópicos. También hace una amplia reflexión metaliteraria, ya que Mía es profesora de literatura y durante ese verano dará clases de escritura creativa a un grupo de chicas adolescentes (con su consiguiente trama sobre acoso escolar). Por otra parte, algo que me ha gustado mucho son las reflexiones sobre psicoanálisis que la escritora intercala en la trama con la excusa de la crisis que ha sufrido Mía, y que están entrelazadas en la obra con gran destreza.
El libro tiene fragmentos brillantes. A todas de las mujeres que intentamos crear y que sentimos que tenemos que luchar por ese "espacio" nos resonaran partes del libro como esta:
"Cruzó mi mente la incómoda certeza de haber carecido casi siempre de un espacio para mí y lo mío, de haberme visto limitada a garabatear algo durante un momento robado. al principio de mi matrimonio trabajaba en la mesa de la cocina y corría a atender a Daisy cuando se despertaba de la siesta. Mis clases y la poesía de mis alumnos (poemas desprovistos de urgencia, cubiertos de lacitos y ornamentos literarios) habían consumido incontables horas de mi tiempo. Lo que sucedía era que había sido incapaz de forjarme un espacio propio, o más bien, que no lo había hecho como debía. Algunas personas se apropian simplemente del espacio que necesitan, expulsando a codazos a los intrusos hasta tomar posesión de él. Boris era capaz de lograrlo sin mover un músculo. Lo único que debía hacer era plantarse allí silencioso como un ratón. Sin embargo yo era un ratón silencioso que alborotaba y arañaba las paredes, pero no me servía para nada. Ahí radica la magia de la autoridad, del dinero, de los penes. (pág. 17. resalte mío).
Y según se avanza en la lectura se vuelve más claro para mí que la historia de desamor de Mía es una excusa (la que menos me interesa) para hablar del patriarcado, de la mujer y su complicada relación con el acto creativo por el papel que se nos ha asignado en la sociedad, de fantasmas, empoderamiento y la importancia del linaje familiares y la madurez vital.
Bueno, pues parece que Siri Hustvedt ha llegado a mi vida para quedarse.
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