Cualquiera que lea estas líneas sabe que la vida a veces se pone dura, y que en esos momentos es difícil no ver solo lo negro, que todo se nos hace cuesta arriba y que la realidad, acelerada e injusta, no ayuda al optimismo, y sin embargo... a veces solo con mirar a las niñas y los niños jugar, con cerrar los ojos y respirar, con escuchar la música adecuada.
Hace dos días descubrí a la cantautora Natalia Lafourcade y ella ha conseguido con sus canciones que el viento sople en otra dirección, conectándome con aquello que tengo roto en mi interior y que necesito sanar.
Esta poesía es para ella. Gracias, Natalia.
Ya creía que la música había perdido sus poderes,
cuando ya nada me removía.
Llegó ella, y en un segundo
me hizo de nuevo consciente,
mis venas latiendo fuerte,
el recuerdo de mi placenta bombeando vida.
Como un árbol enraizado mis pelos florecen
y se erizan con sus notas.
Dejo que el sol me acaricie,
me limpio de todo lo feo
que no podía dejar de ver.
"Yo te llevo adentro, hasta la raíz".
El asfalto se rompe con mi caminar, oigo las plantas crujiendo bajo el suelo y su poesía es zumo de inspiración para materializar esa selva fresca que se esconde detrás de las fachadas "para el espíritu elevar y dejarlo llegar al fin". Hay marimbas y tambores, el olor de las olas rompiendo furiosas. Me cruzo con sonrisas recién despertadas. Estábamos tan tristes. Ahora pataleamos a conciencia "voy a crear un canto para poder exigir que no les quiten a los hombres lo que tanto les costó construir". Eleva tu canto, Natalia, mi siesta era pesada y duraba ya demasiado, silbo y paladeo tu voz. Estás aquí, tan cerca, con tu música.
(Para Natalia Lafourcade)
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