En realidad son un recurso estilístico muy utilizado que se llama "pregunta retórica".
Tengo dos respuestas:
- No soy constante
- Me falta fuerza de voluntad
Vistas así en su esquemita me parecen dos tentáculos del mismo pulpo.
Recuerdo que cuando aprendí a leer y escribir más o menos decentemente, lo primero que hice fue plagiar sin piedad algunos de los Cuentos de Calleja que Julio, el novio de mi madre, me regaló y que me llamaban poderosamente la atención por ser de diminutos y venir presentados en una especie de cofre. En mi colegio, el Siglo XXI, hacíamos obras de teatro en las que los niños nos ocupabamos de todo el proceso, y no pocas veces me encargué de escribir los guiones. Con diez años descubrí las novelas de misterio de Agatha Christie (creo que la primera que leí fue 10 negritos) y empecé a escribir una obra, que nunca terminé, fusilando el estilo de la dama. La llamé Crimen en el balneario y estaba ambientada en un balneario inglés a pesar de que yo solo conocía los "baños del Raposo" a los que fui acompañando a mi abuela en la Extremadura profunda.
Como se deduce de este ejercicio de nostalgia, he querido ser escritora desde siempre. Lo que pasa es que he dedicado mucho más tiempo a leer que a escribir y por eso lo hago mejor. Aunque no creo que haya muchos escritores que no sean a su vez ávidos lectores.
Más tarde he aprendido que lo que hacía siendo una niña, o sea copiar (más o menos abiertamente) las obras que leía, forma parte del aprendizaje del escritor hasta que encuentra una voz propia desde la que expresarse.
He pasado etapas que creo imprescindibles en ese aprendizaje: diario de adolescente, poesías de juventud, relato breve y juegos con lo experimental, (cuando lo tenía todo por explorar) cuadernos de reflexiones, citas e ideas, e incluso varios esbozos de novelas. El problema es que no he profundizado en ninguna de estas vías. He escrito solo cuando me ha apetecido, cuando me he sentido arrebatada, sin poder contener el impulso irrefrenable de sacar las palabras de algún lugar oscuro y caliente de dentro de mí misma. Siguiendo eso que comunmente se llama inspiración y que solo es una parte de la escritura, y no cultivando la otra parte, la del trabajo. De escribir aunque duela, de pelearme con la hoja en blanco o seguir la máxima de "que la inspiración me pille trabajando".
A mí la inspiración casi nunca me pillaba trabajando. Venía después de haberme pasado la noche bailando techno, en los pasillos de la facultad, tras beber mucho vino, esperando en el metro, cuando el bolígrafo dejaba de escribir y no tenía otro...
A mí la inspiración casi nunca me pillaba trabajando. Venía después de haberme pasado la noche bailando techno, en los pasillos de la facultad, tras beber mucho vino, esperando en el metro, cuando el bolígrafo dejaba de escribir y no tenía otro...
Me da miedo sentarme delante de la hoja o la pantalla y esperar a que algo ocurra, trabajarme la psicología de los personajes o trazar un plan sobre argumentos entrecruzados.
Soy demasiado piadosa con lo escribo y me cuesta mucho tachar frases o tirar lo escrito a la basura cuando es objetivamente malo.
Esto es lo que tengo que aprender. La idea romántica del escritor arrebatado, transcribiendo sus ideas casi sin esfuerzo es una idealización. Los escritores, además de eso, sobre todo ejercen un oficio. Y se sientan a escribir, sin ponerse excusas constantemente, como he estado haciendo yo los últimos años. Son profesionales que aman el texto que escriben pero que a la vez se pelean con él, y no tienen piedad, ni miedo a manosearlo y tallarlo hasta que dice algo parecido a lo que ellos tenían en la cabeza.
Qué emocionante ha sido leer las obras en las que los escritores se desnudan y por una vez no hablan por la voz de sus personajes sino que cuentan sus tentativas, sus fracasos, lo que les cuesta escribir, sus rutinas delante de la mesa de trabajo... Me vienen a la cabeza Crónicas de un fracaso precoz de Paul Auster, y por otros motivos más propios de género y de reivindicación del papel de las mujeres en la literatura Un cuarto propio, de Virginia Woolf.
Quizá algún día consiga acabar la novela de ciencia ficción poética que llevo más de diez años planeando y de la que me encanta decir que llevo 30 páginas escritas, cuando en realidad no pasan de 15; o escribir poesías sin caer en el almíbar más pegajoso; o escribir los relatos que tengo en la cabeza y los que ni siquiera son aún un proyecto; o quizás escribir también era esto.
Pues ya tienes un amigo deseando leer tus relatos, Aída. No esperes más. Ponte a prueba marcándote una meta con limitaciones (horarios, meses). Apúntate a un taller literario!
ResponderEliminarMuchas gracias por los ánimos. Me encantaría apuntarme a un taller literario, pero el tiempo no es muy elástico en esta época de mi vida. Ya quedaremos para que me cuentes que ejercicios hacéis.
ResponderEliminarSí, leyendo tu blog surge la pregunta, esta chica que escribe tan bien ¿por qué no escribe?
ResponderEliminarTal vez no haya llegado tu momento (todavía). Es posible que leas tantos y tan buenos libros que tengas puesto el listón demasiado alto. Que tu nivel de exigencia supere a la intensidad de tus vivencias. No me hagas caso, no soy quien. Quién sabe si algún día escribirás sobre otros libros, esa no-ficción que te gusta.
De cualquier manera, no te apures. Tú ya tienes la técnica. Sabes encontrar las palabras y colocarlas firmes, sin renglones torcidos. Otras, como yo, solo tenemos una sensibilidad enfermiza y demasiadas historias que contar, pero nos fallan los cimientos. El suelo que pisamos se empeña siempre en hundirse, qué sé yo, excusas de mal perdedor. Perfecta sería la simbiosis entre tu buen saber y un mucho vivido, pero la perfección no existe (y si existiera habría que desfigurarla).
Me había metido en tu merendola con la intención de comentar mis lecturas de abril, mientras mordisqueaba una galleta de las que nos dejas sobre el hule de tu mesa (para mí, sin gluten, por favor, que soy celiaca), pero después me dio por curiosear y me apeteció más dejarte este comentario.
Si todavía no te has puesto a escribir es por demasiada honradez por tu parte y porque te gusta hacer las cosas tan y tan bien que lo harás cuando te llegue el turno, despacito y con buena letra. Y lo harás muy bien, no lo dudo.
En cuanto a mis lecturas del mes de abril, son tan caóticas y dispersas que hasta me da vergüenza, pero ahí sí que tengo excusa: mi actual situación de desempleo sin prestación me impide comprar libros, así que pillo lo que puedo. Además, estoy viviendo en un pueblo de la Cataluña profunda (que también la hay) y encontrar libros en castellano cuesta. Leo en catalán, cuando no queda otra, pero estos últimos tiempos tan crispantes me da pereza. Vamos a ver, he leído Germinal de Zola, en francés (soy el contrario de Amélie: ella es belga criada en el extranjero y yo soy española criada en Bélgica, solo que mis padres no eran embajadores...); "El jardín de los cerezos", de Chejov; Lady Killer, de Togawa; "Los siete locos", de Roberto Arlt; "Posteconomía", de Antonio Baños y "Todo un hombre", de Tom Wolfe.
Pero, sobre todo, he estado corrigiendo mi segunda novela, "Un mono en la despensa", tarea que me hubiera encantado poder encargarle a alguien como tú. Ahora me peleo con los diálogos de "Sin vuelos", pequeña comedia y con la redacción de un cuento para niños, "Nina y sus cuentos" (al que, también, pretendo ilustrar). En abril aguas mil, leí muchas entradas de varios blogs (no todos tan estupendos como el tuyo, pero siempre enriquecedores); escribí cosas sobre el difícil oficio este de la escritura, en el mío; un relato que publiqué en digital; muchos tuits; mucho ruido y pocas nueces. Ah, si escribir fuera juntar palabras...
Un abrazo, y léenos mucho. (Y no te agobies, cuando te llegue el momento será que has coleccionado demasiadas experiencias. También algún sinsabor.)
Hola, Laura:
EliminarTu comentario es mucho más que eso, casi como una carta, y siento, de una forma tangencial y extraña, como si nos fueramos conociendo a través de nuestros blogs. Estoy muy agradecida de que me leas, y muy contenta y halagada de que te guste lo que escribo. Para mí el blog, creo que lo he comentado por aquí, es como un nuevo comienzo con respecto a la vocación de escribir, y como soy una lectora voraz lo he empezado enfocado en esa dirección, aunque mi anhelo profundo y lo que realmente quiero hacer es escribir ficción. Es curioso porque para eso me pongo muchas más excusas, me da más pereza, pero poco a poco estoy superando bloqueos. También siento que durante muchos años he vivido mucho, intensamente, y ahora que estoy en un momento mucho más calmo (tiene que ver el tener una hija pequeña) empiezan a aflorar las historias de ese momento. Es como si escribiera enfocada al pasado, no sé si a ti te pasa.
A mí también me gusta mucho como escribes y tu blog me está sirviendo de ayuda e inspiración.
Con respecto a las lecturas, ¡guau! lees mucho, y lo del desorden y el picoteo lo comparto contigo. Cada lector es un mundo. Yo en esta época no leo muchos clásicos (aunque me haría falta). "El jardín de los cerezos" lo leí hace muchos años y casi no recuerdo nada. De Zola no he leído nada, ¿te gusta?. "Lady Killer" no lo conozco. En la carrera se mencionó a Roberto Arlt pero tampoco lo he leído. "Posteconomia" me ha intrigado, ¿es un ensayo? y de Tom Wolfe he leído una novela que me encantó, "Ponche de ácido lisérgico".
Me parece admirable y me da una envidia sana que hayas escrito novelas. Me encantaría leer esa que ya tienes publicada. ¿Cómo se puede comprar?
¡Qué suerte vivir en un pueblo! Yo he fantaseado mucho con una emigración rural, pero en vez de eso vivo en Berlín.
Espero que sigamos en contacto, un fuerte abrazo.
¿En Berlín? Me he criado en Bruselas. No debe ser tan diferente... Sí, ahora vivo en un pueblo, ni siquiera por elección propia, pero yo me adapto a lo que sea (habiendo libros y cosas así). Y sino, ¡se escriben!
EliminarHaces bien en tomártelo con calma. Yo hice igual: primero fue vivir y después contarlo. La decisión también me vino cuando tuve a mi hijo y comprendí que había llegado el momento de sentar un poquito la cabeza. Fui madre "añosa" y escritora tardía. Me enfoqué al pasado (imperfecto), sobre todo en la primera novela "Callejón con salida". Con la segunda, "Un mono en la despensa" mezclé un poco más los tiempos. Pero ese mono no acaba de salir, el pobre, de la despensa. Estamos en ello (creo que andan estos días leyéndolo en una editorial y yo cruzando los dedos de los pies).
Zola escribe muy bien y lo leo porque necesito leer en francés, mi lengua materna, para no desubicarme (más). Es literatura social pura y dura. Arlt es inquietante y algo cruel, pero como buen judío argentino escribe bien. "Lady Killer" es inquietantemente japonesa, pero te mete entre biombos y cerezos aunque te resistas. "Posteconomía" es un ensayo entre cínico y sesudo que explica demasiado bien lo que nos ha pasado y lo que nos espera. Chéjov, pues me pasa como a ti: leerlo y olvidarme, pero como todos los escritores del este me ayudan un poco a entender a mi marido que es polaco (y, a veces, indescifrable). Cuando tenga más tiempo, además de citarlos, haré un pequeño apunte, así a voz de pronto.
Para comprar mi novela, puedes hacerlo desde mi blog. Un clic sobre la portada del libro y ya estás en Amazon. La tienes en los dos formatos, digital o libro de toda la vida. Eso sí, de antemano apelo a tu benevolencia porque es auto edición a lo Juan Palomo, incluye unos 4 gazapos y es primeriza total, sin ningún tipo de respaldo editorial. Pero así son las primeras veces, ya se sabe, algo torpes de puro ilusionadas. Tampoco es que me avergüence de ella, ni mucho menos. Como con los hijos, si ahora tuviera otro (que ya no) pues tendría más experiencia y me agobiaría menos.
Un abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPerdona, Aida, acabo de ver tu botón de donativo PayPal (ando yo luchando para instalar uno de "compra ahora" en mi blog, de momento sin éxito, aunque debo perseverar). Te dejo mi correo para que te pongas en contacto conmigo, si quieres, y te envío mi novela. Será mi donativo, y un honor si me lees. lasedenko@yahoo.es
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