Libros sobre libros

Cada vez me interesan más los libros de no ficción. Las autobiografías y biografías, los dietarios, los ensayos, los libros de divulgación, los híbridos inclasificables. Dentro de estos hay un lugar especial para los libros que tratan de otros libros. Hay que ver cómo me gusta lo metadiscursivo... y leer sobre leer, sobre libros, escritores, editores e incluso traductores y correctores en apuros lingüísticos. 

Entre los que he leído destaco Como una novela, de Daniel Pennac, Una historia de la lectura, de Alberto Manguel y Lecturas compulsivas. Una invitación, de Félix de Azúa.

El primero es un ensayo que da claves para convertir la lectura en algo apetecible para los niños y los jóvenes. Una especie de animación a la lectura heterodoxa y muy bien argumentada, al estar escrita por un escritor de ficción (su novela La felicidad de los ogros es muy recomendable). El segundo es un ensayo personal sobre la lectura y los lectores, a los que no se nos ha dedicado muchas páginas a pesar de merecérnoslas, ya que sin nosotros la literatura y los libros no tendrían mucho sentido. Es un libro apasionante que va desde la historia personal del autor y su relación con la lectura, a los cambios en la forma de leer y entender este acto que se han dado a lo largo de la historia de la palabra escrita. El libro de Félix de Azúa es una compilación de artículos y reseñas sobre escritores y libros que le han marcado.

Ya me estoy yendo por las ramas. En esta entrada quería hablar de un libro que acabo de terminar que se titula Por orden alfabético (escritores, editores y amigos) escrito por Jorge Herralde. 

Herralde es la cabeza visible de la editorial Anagrama. Esta editorial, sin buscarlo deliberadamente, ha sido un pilar en mi educación sentimental literaria. 

Como ya conté en la entrada sobre pequeñas librerías, cuando uno no tiene mucho dinero, tanto los libros de segunda mano como los de bolsillo son una tentación. La colección Compactos de Anagrama siempre me atraía a los postes giratorios donde se exhibía. Sus libros de colores ejercían un poder magnético en mí.

Sin saber nada de J. Herralde, de su labor como editor y de su forma de seleccionar los manuscritos que iba a publicar, sí sabía que sus libros casi nunca me decepcionaban, que podía, de alguna manera, dejarme llevar por su criterio.

A través de él he conocido a autores que  son o han sido importantes para mí, como Roberto Bolaño, Paul Auster, Ian McEwan, Raymond Carver, Tom Sharpe, Carmen Martín Gaite, Michel Houellebecq, Enrique Vila-Matas, Claudio Magris, Jeffrey Eugenides, W. G. Sebald, John Banville, Amélie Nothomb, Belén Gopegui....

Es posible que los libros de esta editorial estén fijados en algún lugar de mi memoria. Durante la infancia  hay momentos que no pasan de largo sino que permanecen estáticos y se graban en el inconsciente asociados a objetos, olores o sensaciones. Recuerdo la librería que había en casa de mi madre y el libro Bella del señor, de Albert Cohen, como algo inabarcable (es un tocho de unas mil quinientas páginas). Me gustaba cogerlo para ver cuánto pesaba y para mirar su desasosegante portada, y pensaba si mi madre habría sido capaz de leérselo. 

En la contraportada de Por orden alfabético dice sobre el libro "Los textos compilados en este volumen son (...) homenajes a autores y colegas, piezas de un "patchwork", a modo de crónica personal, de una forma de entender la edición en el cambiante paisaje de las últimas décadas, y también una prolongación, una suerte de cara B, del catálogo de Anagrama".

Son artículos, conferencias y notas de prensa que Herralde ha ido escribiendo para promocionar sus libros, pero también hay pequeños ensayos más personales en los que habla de su relación con otros colegas de profesión y amigos (Castellet, Salvador Paniker o Joaquín Jordá entre otros), la vida y obra de agitadores intelectuales y artísticos (Nanny Balestrini) y el mundo de la intelectualidad de izquierdas barcelonesa visto desde dentro. 

En el libro hay una parte que sacia mi faceta cotilla: ferias, congresos, anécdotas, rencillas, envidias, filias y fobias del mundo literario. Caldo intelectual por el que me dejo fascinar fácilmente. 

Otra impresión según avanza la lectura es: "He leído a algunos de los autores que se mencionan, pero sobre todo CUÁNTO ME FALTA POR LEER, ¿de dónde sacará tiempo la gente para leer tanto?

Así que es un libro perfecto para salivar, abrir boca y estimular las ganas de escalar la montaña de los libros que nos quedan por leer.