De nuevo traigo al blog una colaboración de mi madre que nos habla sobre el libro de memorias de la pintora Amalia Avia, y que reflexiona sobre las mujeres, el papel que la sociedad nos ha asignado y del que queremos liberarnos, y las tensiones que sufrimos entre vida pública y vida privada. Una entrada feminista y muy necesaria.
Al visitar el
mes pasado la exposición Realistas de Madrid, en el museo Thyssen, he recordado lo
mucho que me gustaron las memorias de Amalia Avia, una de las pintoras integrantes
de este grupo de artistas que empezó a desarrollar su trabajo en el Madrid de
los años 50 y que ha sido incluida en la exposición.
Su pintura es
muy personal: sus paisajes urbanos, sus interiores, sus fachadas y tiendas del
Madrid antiguo tienen un gran poder de evocación y parece que nos quieren contar
la vida y las historias que están detrás de ellas, con una luz más sombría y
nostálgica que la del resto de sus compañeros del grupo.
Podéis ver la entrada sobre esta exposición en blog de Enredadas en el barrio.
Están escritas
de una forma sencilla, sin pedantería. La primera parte transcurre durante los años treinta y cuarenta entre Madrid y Santa
Cruz de la Zarza, el pueblo manchego del
que es originaria su familia que, aunque pertenecía al bando de los vencedores,
también sufrió la Guerra Civil y la posguerra: miedo, dolor, luto, hambre,
miseria… Hay partes luminosas: la libertad de los niños creciendo en un pueblo,
el campo, las fiestas, las tradiciones populares, las gentes (tan distintas a
las de la gran ciudad); pero también otras tristes y sombrías: la represión que
el nacionalcatolicismo ejerce sobre toda la población y de forma especial sobre
niñas y mujeres: el poder de la iglesia, los rosarios, las novenas, las visitas
al cementerio…
Amalia Avía nos ofrece una pintura detallada de lo que era el
mundo rural en la España de los años 40, donde las mujeres no tenían más salida
que acatar el orden establecido y dedicarse a la casa y a “sus labores”.
Ya joven, vuelve
definitivamente a Madrid y empieza su aprendizaje como pintora en el taller de
Eduardo Peña, (en aquella época no estaba bien visto que una mujer estudiara en
la Escuela de Bellas Artes), allí conoce a muchos de los artistas que luego
formarán parte del llamado grupo de los Realistas y su vida cambia por completo.
También conoce al que será su marido, el famoso pintor abstracto Lucio
Muñoz. A diferencia de otras
autobiografías, no habla de la relación con su marido por pudor y por respeto a
la intimidad de ambos.
A partir de entonces,
vive una vida que a primera vista podría parecer completamente diferente a la
de las mujeres de su época, mucho más libre y creativa, integrada en un grupo
de artistas, escritores, intelectuales… muchos de ellos antifranquistas, que con
grandes dificultades se iban abriendo paso en la España de la segunda mitad del
siglo XX; pero en la autobiografía deja muy claro que el ser mujer, esposa y
madre condiciona mucho su trabajo y su proyección como artista.
Tanto ella como
su marido se respetaban y valoraban mutuamente como pintores, pero la sociedad
y el mundo del arte no los trataba por igual, esto se refleja muchas veces en
estas memorias y en entrevistas que le hicieron sobre todo al final de su vida.
Ella misma decía: “un hombre puede ser abogado, ingeniero… una mujer también,
pero a condición de no dejar de ser ama de casa. Hay otra anécdota
significativa: la famosa galerista Juana Mordo los presentaba así a unos
coleccionistas: “el famoso pintor Lucio Muñoz y su mujer, también pintora”.
De puertas
adentro, el título de estas memorias, es muy simbólico y significativo, y
parece referirse tanto a los temas de su pintura como a su vida como mujer y a
su trayectoria como artista, con mucha menos proyección exterior que la de sus
compañeros varones. En ellas se refleja cómo era la vida de una mujer en España
desde los años 30 hasta principios del siglo XXI, a la vez que plantea
cuestiones fundamentales que nos afectan como mujeres y que parecen no cambiar
nunca:
1. Las pocas
mujeres que triunfan en la pintura, en las artes plásticas y en el arte en
general.
2. El papel de
críticos, marchantes, galeristas e instituciones culturales, que hace que unos
artistas triunfen y otros no.
3. Nuestro miedo a
salir al “exterior”. Las dificultades que tenemos las mujeres para conciliar el “mundo de adentro”, lo privado: casa,
familia, hijos… con “el mundo de afuera”,
lo público: estudios, profesión, gustos o actividades.
4. La pervivencia
de modelos tradicionales y costumbres atávicas: el hombre cazador y proveedor y
la mujer cuidadora del nido y de la prole, así como nuestros propios miedos e
inseguridades cuando intentamos romper con estos roles.
En resumen, son
unas memorias muy interesantes que nos ayudan a visibilizar a una gran pintora
y una gran mujer.
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