miércoles, 20 de mayo de 2015

Leer en el metro

Y... bueno, pues sí, me quería tirar un poco el rollo de que leo a Baudrillard, pero todo es un montaje. Juro que lo he intentado, pero ha sido demasiado hermético para mí, y esta foto me la ha hecho M. así que es posada.

Leer en el metro, ese clásico, uno de mis grandes placeres; y ahora aún más en los metros al aire libre (o S-Bahn) en los que cuando levanto la cabeza del libro puedo ver el paisaje y no solo las malhumoradas caras mañaneras de todos los que vendemos nuestro preciado tiempo por un puñado de monedas digitales. 
Paso una media de tres horas al día en el transporte público. Son muchas horas, así que lo mejor que puedo hacer es aprovecharlas y siempre que puedo disfrutarlas con un libro. 
Esta costumbre me viene de antiguo. Las líneas 1,6 y 5 del metro de Madrid. Muchas veces iba tan lleno que me hacía la fuerte sentándome con mis pantalones de pitillo en el suelo del vagón a leérmelo todo. A veces también a escribir, recreándome en la sensación de creerme una escritora incomprendida.
También es muy gozoso mirar lo que leen los demás, y clasificarlo por Eras librescas. El metro es muy dado al bestsellers así que durante varios años todo el mundo leía Los pilares de la tierra de Ken Follet, y F. se echaba las manos a la cabeza confirmando sus peores temores. Hubo otra temporada en que la consigna era llevar cualquiera de los libros de la trilogía de Millenium, en la que yo también caí (aunque en la intimidad de mi hogar), y otra larga de Dan Brown y sus misterios vaticanos. El metro es el mejor lugar para leer cualquier cosa de serie B (o Z) y para pasear sin complejos esos tochos de mil páginas llenos de intriga, conspiraciones, romance, sexo y personajes previsibles.
Espiar las lecturas de los demás también es un placer, y enamorarse durante cinco paradas de ese chico que lee el libro con mayúsculas o que espía el tuyo por encima de tu hombro.
Cuantas señoras habrán ido leyendo en el metro Cincuenta sombras de Grey envuelto en papel de regalo para leerlo sin vergüenza y disfrutar en secreto.
Conclusión: ¡Qué pena de smartphones! No invadáis también nuestro suburbano, el que hasta hace dos días nos pertenecía solo a nosotros, los lectores.




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2 comentarios :

  1. Tal y como mencionas (aunque tímidamente) en tu entrada...a mí lo que más "morbo" me da de leer en el metro, es quizás leer a los otros. a veces siento vergüenza ajena de los libros que se revuelcan en las manos de los pasajeros y pienso si acaso ellos no serán conscientes de semejante nudismo intelectual .... :)

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    Respuestas
    1. Hola, Iva:
      Un placer tenerte por aquí. Como muy bien apuntas, curiosear lo que leen los demás y regocijarse en filias y fobias también es un gran placer no suficientemente valorado. Habrá que seguir cultivándolo.
      Un abrazo.

      Eliminar

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